Cierto viernes, a las seis y trece de la mañana, Lucy Angkatell abrió los párpados, contempló el nuevo día con unos ojos azules de sorprendente tamaño, se despabiló al instante como de costumbre y se dispuso a enfrentarse con los problemas que su mente, increíblemente activa, había evocado ya.
Sentía la urgente necesidad de conversar con alguien, y su elección recayó en Midge Hardcastle, una prima suya, muy joven, que había llegado a The Hollow la noche anterior.
Saltó, pues, de la cama, se echó una bata sobre los hombros, que los años no habían hecho desmerecer, y avanzó por el pasillo en dirección a la habitación de Midge.
Mujer de desconcertante rapidez de pensamiento, lady Angkatell, como era su invariable costumbre, dio principio a la conversación mentalmente, recurriendo a su fértil imaginación para suministrar las respuestas de Midge..
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