Mrs. Oliver se miró en el espejo y, de reojo, miró el reloj que estaba sobre la repisa de la chimenea, consciente de que iba atrasado unos veinte minutos. Luego, volvió una vez más al estudio de su peinado. El problema era (y no tenía empacho en reconocerlo) que sus peinados estaban sometidos a un continuo proceso de cambio. Lo había probado casi todo: desde un sobrio pompadour hasta un estilo informal en el que se cepillaba los rizos hacia atrás para dejar al descubierto una frente de intelectual; al menos, confiaba en tener una frente de intelectual. Había probado con unos rizos muy apretados y también con un desorden artístico. No obstante, debía admitir que hoy el estilo del peinado no tendría mucha importancia porque haría algo que sólo hacía en contadas ocasiones: llevaría sombrero.
Valoraciones
No hay valoraciones aún.