Tony Stark había visto el futuro, un planeta amenazado por constantes peligros: seres de poder divino, individuos mejorados, invasores alienígenas. Amenazas que hasta entonces parecían pertenecer al mundo de la ciencia ficción eran ahora muy tangibles. Durante la Batalla de Nueva York, Iron Man había volado a través de un agujero de gusano, donde atisbó la monumental escala del reto a afrontar. Volvió a casa sufriendo estrés postraumático. Incapaz de dormir, Stark trabajó sin descanso en su armadura. Así, cuando apareciera el siguiente gran villano, habría un Iron Man perfeccionado para plantarle cara. Este proceso culminó con la creación de la Mark 42, una armadura articulada compuesta por módulos muy diversos que podían activarse de forma independiente.
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